El 15 de octubre se celebra el Día Internacional de las Mujeres Rurales bajo el tema «Las mujeres rurales cultivan alimentos de calidad para todas las personas», con el objetivo de destacar el papel fundamental que desempeñan las mujeres y niñas rurales en los sistemas alimentarios de todo el mundo. Desde la producción de cultivos hasta el procesamiento, la preparación y la distribución de alimentos, el trabajo de las mujeres —tanto remunerado como no remunerado— alimenta a sus familias, comunidades y el mundo.
Desde la Cooperativa Cauqueva Ltda y el Proyecto UE Cauqueva, nos parece importante destacar el rol de las mujeres rurales. Es por eso que desde el área de género, a cargo de Ailén Vilte, se participó de una reunión con mujeres de la Quebrada de Humahuaca para reflexionar al respecto.
En una reunión de productoras y productores-as caprinos-as de Purmamarca, Marina, Carmen, Teléfora, Elizabeth, Yolanda y Lucrecia compartieron algunos sentires y reflexiones respecto al rol de la mujer rural. Teléfora decía “somos activas, trabajadoras, viendo la hacienda y a los hijos. Yo de niña caminaba 8hs diarias para ir a la escuela. La vida en el campo es muy sacrificada”. Por su parte, Carmen comentaba “la vida de la mujer rural es diferente a la del resto de las mujeres. El trabajo en el campo es duro y se suma a los otros trabajos del cuidado de los hijos, a participar de reuniones… Es un trabajo que implica responsabilidad y sacrificio, y se lo hace con gusto y disfrute. Elegimos vivir así. La vida campesina se ha ido perdiendo en Purmamarca. Nuestra tarea aporta a que la cultura y la vida campesina se mantengan vivas”.
En las comunidades rurales las mujeres realizan, además del trabajo reproductivo y doméstico, otros que las relacionan con el espacio público, como son el trabajo productivo vinculado a la generación de bienes y servicios orientados a la subsistencia y la obtención de ingresos, así como el trabajo y participación en espacios comunitarios en defensa del bien común de la sociedad. El ejercicio de esos múltiples roles se traduce en una doble o triple jornada de trabajo para ellas en comparación con los desarrollados por sus pares varones, con el consecuente desgaste físico y psíquico que repercute en su salud y compite además con la realización de actividades de esparcimiento y sus aspiraciones personales. Las mujeres rurales en muchos casos atraviesan situaciones de aislamiento debido a las distancias existentes hacia los centros de servicios, la falta de oportunidades de empleo y capacitación, y al hecho que las actividades productivas y reproductivas que ellas realizan suceden en el mismo ámbito (finca, chacra, parcela) invisibilizando, en muchos casos, su condición de productora agropecuaria y naturalizando de ese modo la falta de titularidad y acceso a los recursos productivos.
En contextos extractivistas, las mujeres rurales son las que a menudo cargan con las mayores consecuencias de la degradación ambiental, la falta de acceso a la tierra, la insuficiencia de agua, los costos elevados para el arriendo de tierras. La concentración de la propiedad de la tierra y los modos en los que el turismo fue gestionado en los territorios quebradeños, hacen crecer de manera significativa la carga de trabajo de la mujer, afectan su salud integral y la de sus familias, excluyéndolas de los sistemas productivos y hasta de sus propios territorios.
Las mujeres rurales conservan en sus cuerpos y memorias saberes ancestrales, los guardan y cuidan como semillas, los comparten a ritmo y tiempo prudente para que sea escuchado y comprendido, como dice Carmen Sandoval “para que nuestra cultura no se pierda, se mantenga viva como nuestras abuelas nos enseñaron: ser mujer rural es un compromiso consciente con la vida”.